quinta-feira, 10 de março de 2011

Proyecto Paralelo Quince: Bitácora de Viaje - Parte 4 de 4

Descenso peligroso
Nuestro vehículo rodaba y rodaba en una interminable sucesión de curvas acompañadas por profundos abismos. Al comprobar que los lugares peligrosos de la vía no tenían la mínima señalización, pensé en los choferes que como nosotros, nunca habían transitado por la carretera antigua a Cochabamba. El abandono de esa ruta era realmente una grave omisión de las autoridades encargadas del mantenimiento de los caminos de Bolivia, que no permitía el flujo normal de vehículos. Con la inhabilitación momentánea de la nueva carretera que atraviesa la región del Chapare, a causa de las severas inundaciones sufridas, el camino que estábamos siguiendo se había transformado en la única opción para los trasportistas que circulan entre el occidente y el oriente del país. Ese repentino aumento de circulación reveló la precariedad de sus condiciones de seguridad y lo tornó mucho más peligroso, pues una verdadera caravana de vehículos de alto tonelaje lo transita noche y día en ambas direcciones.
 

Luego de una nueva curva nos encontramos con un caserío llamado de La Habana, en el que vimos un campo de fútbol construido en plena montaña y numerosos niños corriendo por él. El crepúsculo teñía el cielo de colores encendidos cuando  finalmente llegamos a Epizana y nos encontramos con una ruta totalmente asfaltada.
 

A partir de esa localidad las luces de nuestro Hyundai empezaron  a disminuir de intensidad y Hélio nos advirtió, que el alternador del vehículo no estaba funcionando, por lo que sólo contábamos con la energía almacenada en la batería para continuar nuestra marcha.
 

El tránsito de buses y camiones se fue intensificando cada vez más, mientras la batería  de nuestra camioneta iba poco a poco marchitándose. La oscuridad ya era completa y nos ayudábamos con dos linternas para hacerle señales a los vehículos que cruzábamos o venían atrás de nosotros.
 

Quince minutos después descendíamos por una carretera serpenteante con la batería casi totalmente apagada y sin saber qué es lo que teníamos a los lados, pues nuestra visibilidad era extremamente limitada. De repente pasamos a la altura del poblado de Tiraque y nos encontramos con una gran inundación, que llegaba a cubrir una parte de la carretera. Sin condiciones de ver bien lo que estaba sucediendo, continuamos la marcha buscando algún sitio donde pudiésemos estacionarnos en seguridad.
 

Mientras bajábamos inquietos por los camiones y buses que pasaban a más de cien kilómetros por hora de nuestro lado, íbamos observando con atención las pocas luces que surgían a nuestro alrededor, sin hallar un lugar donde detenernos.


Texto: Luca Spinoza